El mercado de valores de India ha también ha sufrido algo de nerviosismo. Pero si nos fijamos en el entorno macro, India parece ser un raro punto brillante en un vecindario en problemas. La inflación ha estado controlada, la rupia es estable, y el crecimiento del PIB indio está avanzando rápidamente a 7% anual, convirtiéndola en la principal economía de más rápido crecimiento en el mundo.
De hecho, como el ministro de Finanzas indio, Arun Jaitley, señaló en el Foro Económico Mundial de Davos el mes pasado, India ha sido una de las pocas economías importantes en desafiar la desaceleración mundial en 2001, 2008 y 2015.
Los gobiernos de India durante esos años merecen parte del crédito, pero también hay otras razones más amplias por las que el país prospera, mientras que otras partes del mundo luchan.
En primer lugar, India parte de una base mucho, mucho más baja que las de sus pares. En pocas palabras, con un ingreso promedio de 1,500 dólares al año, sus habitantes tienen más espacio para crecer. (El ingreso promedio en China es de 7,000 dólares; en Estados Unidos, de 53,000 dólares).
En segundo lugar, en este momento India está favorecida demográficamente. Con 600 millones de personas menores de 27 años, la mayoría de los indios están entrando en la plenitud de sus años productivos.
En tercer lugar, y lo más importante debido a la actual coyuntura mundial, no hay mayor beneficiario de los precios más baratos del petróleo que India, uno de los importadores netos de combustible más grandes y de más veloz crecimiento. Con el petróleo a una quinta parte de sus máximos históricos — por debajo de los 30 dólares por barril— India ha podido frenar su déficit, recortar desastrosos subsidios y contemplar los grandes proyectos de infraestructura que tanto necesita.
Esas son las ventajas obvias.
Al observar al país de cerca, vemos que hay más en proceso. India está particularmente posicionado para beneficiarse de una notable confluencia de tendencias globales.
Considera, por ejemplo, la energía. Las economías desarrolladas ya han gastado cientos de miles de millones de dólares que han invertido en un ecosistema completo de la electricidad fiable para sus ciudadanos. India está muy lejos de ese punto. Millones de indios viven en aldeas que están fuera de la red eléctrica. Al considerar los limitados recursos de India y el gran número de personas que exigen electricidad, es natural que el país recurra al carbón, la fuente más barata, aunque más sucia, de energía. Y ahora: suerte y un momento oportuno. Justo en el punto en el que India necesita duplicar su producción de energía en los próximos 15 años, los costos de la energía solar están llegando a la “paridad de red” con el carbón. En pocas palabras, por primera vez en la historia del mundo, los avances tecnológicos hacen que una nación pueda establecer plantas de energía solar de una manera rentable. Y la energía solar se volverá más y más barata.
Puedes llamarle “la ventaja del último jugador”.
Se puede hacer un paralelismo con el sistema de identificación biométrica pionero de la India. A diferencia de, digamos, Estados Unidos, que ha dado a todos los ciudadanos un número de seguridad social, India no tenía tal sistema de registro público masivo. En lugar de tratar de crear una base de datos simple y seguir el ejemplo de Estados Unidos, India se encuentra en el proceso de saltarse etapas e ir directamente a un sistema totalmente biométrico, los beneficios del cual comenzarán a ser liberados en las próximas décadas en varios frentes, desde la banca hasta el cuidado de la salud, así como en pagos y pensiones.
O consideremos el Internet y los teléfonos inteligentes. Mientras el mundo desarrollado evolucionó desde el acceso telefónico a Internet, a la banda ancha, al Wi-Fi, y finalmente al 4G en un dispositivo inteligente, muchos indios ahora se sumergen directamente en una revolución: están descubriendo el Internet en teléfonos inteligentes baratos y de alta velocidad.
La ventaja del último jugador que tiene India podría ser aplicada a muchas industrias: el cuidado de la salud, los productos farmacéuticos, la banca, los viajes, la venta minorista. La investigación y desarrollo se ha hecho en otros lugares, pero gracias a una confluencia de tamaño, patrones de desarrollo y oportunidad, India puede beneficiarse de una manera masiva inimaginable en la historia del mundo. Ningún otro siglo podría proporcionar una ventaja similar del último jugador para tanta gente; la tecnología nunca ha crecido tan rápidamente, y el mundo nunca ha estado tan globalizado.
Ese es el panorama optimista.
Es fácil que no resulte de esa manera. Habrá obstáculos, crisis mundial, naciones que compitan entre sí. Podría acabar en una de las acostumbradas chapuzas por parte de India, las cuales han extinguido una serie de falsos veranos indios. También puede argumentarse que los optimistas de la tecnología han exagerado el grado en el que las innovaciones pueden impulsar el crecimiento futuro. Tal vez ser el último jugador puede significar justo lo que parece: ser el último.
Por eso es importante que los líderes de opinión y los planificadores en India y Asia no se den por satisfechos. India tiene mucho que lograr y mejorar. Su infraestructura básica —en carreteras, puentes y edificios— sigue siendo pésima. El índice de competitividad global del Foro Económico Mundial pone a India en el sitio 81 del mundo en infraestructura básica. Otros indicadores son igual de preocupantes: sitio 84 en salud y educación primaria, sitio 91 por su mercado de bienes, sitio 103 por su mercado laboral, y un impactante sitio 120 por su preparación tecnológica. Todas esas condiciones base hacen a India propicia para la preocupación, pero también propicia para una revolución. Lo que se necesita son ideas audaces, inversión y ejecución.
Con este escenario, ¿existe un tema más emocionante para discutir que India, en el contexto de Asia y el mundo? Eso es exactamente lo que haremos el 14 de febrero en Mumbai, en el Asia Business Forum de CNN junto con una serie de los principales pensadores, presidentes ejecutivos y líderes mundiales.
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